CRONIQUILLA DE LA SALIDA DEL SÁBADO 9 DE JULIO:
Visita al Castanyer Gros d’en Cuc
Dado que el mundillo Bikestero ha mermado mucho últimamente (25% lesionados, 25% de vacaciones, 25% castigados i el resto no sabe no contesta), pues eso, el sábado éramos dos: Ángel y Bárbara. Salimos a las 8 más o menos de Cànoves y antes de llegar al pantano subimos por el camino a Can Quintana. Buen tiempo, buenas vistas y buena compañía.
Pues, hablando de compañía... En Can Quintana se nos acopló un espontáneo, sin bici pero fortachón, moreno, simpático, muy enrollao: el Quintín, el cerdito más cariñoso que haya parido puerca madre.
Fijaros en el detalle de la cresta punky y en esos ojazos que irradian amor y ternura.
Sí, ciertamente, fue un amor a primera vista entre mujer y tocino, profundo, apasionado y recíproco. Prometo no volver a comer fuet ni butifarra en la vida. O sea, que pulpo, sí, pero morros no… esto hasta que ¡no me enamore de un pulpo!
Pobre Quintín, tenía mucha sed y estaba medio deshidratado; le pusimos agua de la cantimplora en un cenicero, y después ya fue un no parar: se me subía por las piernas, saltaba, hacía cabriolas, gruñía de placer y me descordaba los zapatos, en fin, a mis años y con esta pinta de “cavallot” no esperaba que nadie fuese a hacerme la corte con tanto ahínco. Conmovida y honrada me siento.
Lo trágico fue tener que separarnos. Hombre, sinceramente, Ángel ya debía estar un poco harto de tanto entusiasmo porcino –además del olorcillo natural que el bicho despedía – y decidimos darle esquinazo saliendo disparados con las bicis. Además, como Ángel nunca había estado por la zona, teníamos pendiente ir a la ermita de San Salvador de Terrades. Pero no nos dio tiempo siquiera a hacer la foto, que ya teníamos a Quintín allí, emocionadísimo y babosísimo. Ostras, ¡cómo corren los cerdos, oye, ni que fuesen galgos!
Total que volvimos a Can Quintana, y allí el payés le pegó una patada –que me sentó como si me la hubiese propiciado a mí, hostias – y ya Quintín se fue con sus múltiples hermanos a escarpar y a comer hierba. Desde aquí, querido Quintín, te deseo que tus días sean felices y que disfrutes dando brincos por esos magníficos prados a la falda de la Moixera. Y es que, en el fondo, los humanos además de comer cerdo, nos comemos demasiado el tarro: hay que vivir a tope y dejarse de pamplinas. La vida en su plenitud y belleza niega todo concepto de caducidad, San Martín y holocausto. Carpe diem, Quintín, I love you for ever …
Ya rodando solos otra vez, en una curva del camino nos encontramos con Berto, que sabiendo por el chat que teníamos previsto ir al Castanyer nos había ido a buscar. Estuvimos charlando un rato; el monstruo de Banyoles se ha resistido a ser visto este año, queda pendiente, pues, una visita de toda la troupe bikestera por aquella zona…
Y ya poco nos faltaba para llegar a nuestro destino: el Castanyer Gros d’en Cuc, cuya estampa siempre sorprende y cautiva por su singularidad y belleza, por su robustez y adaptabilidad, pero sobre todo por su amor a la vida. Otro rotundo alegato a la perennidad de la existencia.
Si el Castanyer dio refugio durante años a un carbonero que se había instalado a vivir en él – con su cama, su mesita y su “llar de foc” – a nosotros que vivimos esclavos de hipotecas y comunidades de vecinos, el lugar nos da que pensar. Aunque, ya me dirás, ¿dónde coño pondríamos la tele?
Un abrazo y besuquines porcinos,
Bárbara
Bárbara, felicidades por la crónica. Muy buena! Como sigas así habrá que hechar al redactor en jefe.
ResponderEliminarPor cierto... Si decidimos mudarnos al Castanyer de Can Cuc, donde podemos conectar la manguera para limpiar la bici? Habrá conector de ADSL para actualizar el blog?
Y pensándolo bien... Por qué no instalamos un Bareto con tapas para los pobres ciclistas que llegan exhaustos? Salut i BTT!